“La mente creativa juega con los objetos que ama.”

Carl Jung

La creatividad durante mucho tiempo estuvo ligada a la capacidad intelectual y emocional del individuo, mientras que el estrés ha sido considerado como un antagonista del proceso creativo; sin embargo, nuevos postulados han evidenciado que no son excluyentes entre sí. Ambos procesos psico-emocionales convergen y generan mejores resultados cuando se desarrollan de manera asertiva.

Liliana Galván (2015) menciona que la creatividad es una habilidad que puede ser desarrollada en cualquier momento, por cualquier persona, incluso mientras realiza actividades rutinarias y sencillas. No se necesita ser especial o distinto: solo es preciso desearlo. Esta habilidad es percibida como un rasgo de la personalidad, ya que cada individuo cuenta con un potencial creativo que puede ser desarrollado (Klimenko, 2008; Valqui, 2009; y Caerols, 2013 en García, 2023).

Pero comúnmente ¿qué entendemos por creatividad? desde el proceso creativo, la asociamos con la innovación, originalidad y transformación, entendiendo la creatividad como la posibilidad de cristalizar las ideas de nuestras mentes, y llevarlas a nuestra realidad (Rodríguez, 1985 en García, 2023). Creando objetos o hechos novedosos que satisfacen nuestras necesidades, lo que nos enmarca en la creatividad como respuesta al pensamiento divergente, ya que, la creatividad es conceptuada como una habilidad que tiene el individuo para solventar su insatisfacción y solucionar problemas de manera estratégica potenciando sus esquemas mentales (Elisondo y Donolo, 2013; Bono, 1991; Smith, 2017 en García 2023).

Suelen ser estos malestares los que nos guían a nuevos cambios en varios aspectos de nuestras vidas, cuestionando el orden lógico que gobierna nuestra mente, comportamiento y conciencia, transformando nuestras percepciones. (Galván, 2015). Pero este proceso por lo general es vivido de forma caótica cuando no es canalizado; añadiendo que no siempre está en nuestro nivel de conciencia, provocando malestar en nuestras dinámicas y percepciones, dando como resultado incomodidad, la cual genera estrés.

El avance del mundo actual va a una velocidad incomparable, monopolizando los panoramas creativos, lo que ha significado que las dinámicas relacionales y las expectativas sociales se modifiquen y con ello, se eleve la demanda en la participación funcional de cada individuo, provocando malestar y alteraciones en el aspecto mental, lo que puede constituir un problema de salud pública (Zhang; Wang; Zhang, 2020 en García, 2023).

Según Peiró (1993) el estrés tiene su origen a través de estímulos físicos y sociales que introducen a las personas a instancias que les son difíciles de solucionar de una manera adecuada y al mismo tiempo quieren satisfacerla de forma imperativa, es ahí cuando se genera un desajuste o desequilibrio entre las demandas ambientales y los recursos que están disponibles (García, 2023).

Es así que se evidencia que existe una relación entre la creatividad y estrés con relación a la manera en que la capacidad creativa funciona, como una habilidad transformadora ante situaciones que demanden cierto malestar en las personas (Cordero, 2012).

Es imperativo reconocer que el estrés no tiene una connotación negativa como tal, de hecho, las pequeñas dosis de estrés, puede impulsar a una persona a desenvolverse de manera dinámica en situaciones inusuales; sin embargo, el límite para detectar cuando el estrés promueve la creatividad es difícil, ya que las personas responden de forma diferente ante el mismo estímulo. Según Héctor Martínez, máster coach y profesor del Business, si la presión es por corto tiempo y si la persona lo maneja de manera adecuada a nivel físico y emocional se puede hablar de que es un factor positivo. Por el contrario, si el estrés se produce por largos períodos de tiempo y de manera constante puede desencadenar en problemas de salud física y mental.

Por lo que se plantea algunas medidas para controlar el estrés y mejorar la salud como:

  • Actividad física con regularidad
  • Prácticas de relajación, tales como mindfulness, meditación, yoga, masajes
  • Arteterapia como música, danza, artes plásticas, visuales al igual que la escritura
  • Rodearte de gente que te quiera y aliente
  • Conectar con la naturaleza en espacios abiertos
  • Dedicar tiempo a los pasatiempos que más te gusten

Todo lo que nos ayude a gestionar nuestro estrés y que sirva de motor para impulsar el proceso creativo, usándolo a nuestro favor y no en contra.

Bibliografía:

Cordero, I. (2012). El dolor y el arte un acercamiento a la realidad. Revista Cubana de Anestesiología y Reanimación, 11(1), 5-18.

Cameron, J (2002). El camino del artista. Un curso de descubrimiento y rescate de tu propia creatividad. Buenos Aires – Argentina.

García, F (2023). La creatividad y el estrés como variables predictoras de habilidades sociales en estudiantes universitarios de Quito- Ecuador. Tesis de posgrado. Ibarra.

Galván, L. (2015). Creatividad para el cambio: Innovación para la vida y la empresa. Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas. 7.ª edición.