El presente escrito parte de la limitada capacidad de la perspectiva científico-hegemónica, para aprehender a la pluralidad y diversidad de identidades oprimidas que se han suscitado en distintos contextos y que tienen una historicidad específica. Frente a lo cual se han consolidado distintas corrientes de pensamiento feministas que han aportado al arsenal teórico desde las subalternidades, es decir, desde la producción de conocimiento situado a través de la teorización de las diferencias.

Reconstruyendo el conocimiento: rezagos coloniales y opresiones simultáneas

Desde la praxis feminista se ha cuestionado el imperativo positivista y su producción académica y literaria sesgada que sostiene una supuesta objetividad y neutralidad. Frente a esto se ha sucedido el despliegue de feminismos contra-hegemónicos que se oponen a esta producción de conocimiento atravesada por estructuras de poder, discursos e ideologías. Así, se busca teorizar desde objetividades situadas y perspectivas particulares, reconociendo los lugares de enunciación y posicionamiento desde los cuales se escribe. De esta forma, se da cabida a aquellas voces subalternas que han sido silenciadas por visiones y lógicas masculinas, clasistas, racistas y sexistas que responden al sesgo colonial y androcéntrico.

En este punto, es importante hacer alusión a los efectos del colonialismo en las sociedades contemporáneas, mismos que pregonan una deshumanización del ‘otro’ que se traduce en racismo, violencia y expropiación. El racismo es un tema abordado desde los planteamientos de distintas/oa autores, pues, este tiene una raíz histórica y estructural de origen patriarcal que se dio a partir del colonialismo y cuyos rezagos se encuentran presentes hasta la actualidad.

Así pues, la descolonización se ha delineado como medio para combatir la hegemonía de la visión etnocentrista y racista que se centra en la mujer blanca, occidental, de clase media y heterosexual. Perspectiva universalista que relega al resto de mujeres a un lugar de marginamiento, razón por la que varias feministas han optado por generar un nuevo discurso que abarque las múltiples perspectivas particulares para comprender el sistema de sistemas de dominación: el patriarcado.

Después de todo, el patriarcado es la forma más arcaica y fundante de toda desigualdad, opresión, violencia y discriminación dentro del cual la mujer y su cuerpo-territorio son sometidos y expropiados. Pues, se da una producción discursiva de la realidad que se encuentra supeditada a relaciones asimétricas de poder, que, en este caso, requieren la sujeción de las mujeres. Así pues, el patriarcado se presenta como aquella relación histórica de dominación asentada en las relaciones de género, que son el punto de partida para comprender la clase, la raza y la desigualdad global.

Los territorios coloniales permanecen como un ‘otro’ marginado de la producción de conocimiento que se generaliza desde el eurocentrismo, mismo que invita a pensar la realidad desde el imaginario colonial y sus sistemas de dominación y exclusión. A pesar de esto, surge en América Latina y en el mundo colonizado un pensamiento no eurocéntrico que ha dado voz a aquellas identidades subordinadas y silenciadas en la historia para que elaboren categorías de pensamiento desde su propia realidad.

Corrientes de pensamiento feminista desde perspectivas subalternas

El feminismo de la diferencia invita a pensar desde las marcas de la dominación, permitiendo un análisis de las diferencias individuales y culturales entre las mujeres. Esta perspectiva reconoce que las mujeres atraviesan distintas experiencias y formas de opresión, lo cual debe tomarse en cuenta para las estrategias de activismo feministas.

Desde el feminismo negro y decolonial, se destaca la intersección: género, raza y clase; que configura una multiplicidad de sujetos y experiencias concretas. Esto resulta relevante en la medida en que, si bien el feminismo hegemónico ha hecho una producción teórica en contra del sesgo de género hegemónico y del conocimiento patriarcal, todavía están presentes parámetros de exclusión y generalización en esta producción de conocimiento, que genera relaciones de poder y privilegio que no han sido cuestionadas satisfactoriamente. Pues la omisión de la intersección: género, raza y clase, relega la identidad de las mujeres de color a un lugar sin discurso.

Siguiendo esta línea de hacer frente a las diversas opresiones, la propuesta del feminismo chicano de una política de identidad híbrida y mestiza presenta una estrategia decolonial que hace alusión a aquellas identidades relegadas a un lugar de violencia y marginación. Así, se repolitiza la idea del mestizaje y se da cabida a la ‘otra’ subalternizada inmiscuida en encrucijadas históricas particulares que dibujan su situación desde la diferencia.

El feminismo comunitario parte de los territorios del Abya Yala y también critica el paradigma feminista occidental y su postura etnocéntrica y androcéntrica limitada que no dialoga con las opresiones histórico-estructurales que marginan a las sociedades no occidentales. Se bosqueja como un proyecto político a partir de la comunidad y de la experiencia situada, pues se rechazan los esencialismos y se plantean resistencias que no reproduzcan el sistema. Así, se genera una acción política que cuestiona el sistema patriarcal, capitalista, neoliberal, colonial y transnacional, a través de la disputa de los sentidos y los significados, pues se busca recuperar las memorias ancestrales de los pueblos.

El feminismo indígena, por su parte, ha llevado su producción teórica en dos frentes, cuestionando las relaciones patriarcales, racistas y sexistas incrustadas en las sociedades latinoamericanas, y a su vez, cuestionando las prácticas de sus propias comunidades y pueblos que subordinan a las mujeres. Su lucha se centra en el reconocimiento de una historia de colonización, el cuestionamiento del patriarcado indígena y poner en discusión al Estado racista y segregacionista.

Con lo abordado se vislumbra cómo el pensamiento científico androcéntrico y homogeneizador presenta un problema de representación para aquellas identidades diversas que se han moldeado bajo la convergencia de regímenes de dominación. Frente a la reducción de la experiencia particular de las mujeres, se desarrolló una producción teórica y académica que afronta el dilema de la hegemonía desde las diferencias. Así pues, aquellas mujeres subalternizadas, como las mujeres de color y las mujeres de los pueblos ancestrales, hablan y teorizan desde enfoques multidisciplinarios e interseccionales en la búsqueda de generar un lugar para el discurso y para lo femenino. Solo así se puede generar un diálogo que reivindique las diferencias y las experiencias situadas de todas las mujeres.