Las relaciones entre lo femenino y masculino se han construido a lo largo de la historia. Si bien estas categorías no existían desde un inicio, son las que nos permiten tener ahora, un análisis de lo social más estructurado. Base de análisis que se ha fundamentado en lo que ahora conocemos como patriarcado.

Al comenzar el estudio de la historicidad del patriarcado, debemos tomar en cuenta que este va delimitando espacios que no solo tienen que ver con las mujeres y hombres relacionados. La creación de diferenciación entre grupos vulnerables y los roles de cada uno de sus miembros, juegan un papel importante a la hora de hablar de patriarcado.

Ahora bien, la diferenciación de grupos y sus respectivos roles se ha realizado en diferentes comunidades, o sociedades, históricas. Pero, si bien han coincidido en que la división se realice con base en el género, esto no se hizo presente en estas sociedades de la misma manera.

Para ejemplificar estas discrepancias, es adecuado hablar del mundo andino en contraposición con la Roma antigua. En el caso del mundo andino, Silverblatt (1990) nos da una mirada profunda en las relaciones comunales, basadas en el género, mantenidas en este territorio.

Es en este espacio donde lo dual está presente desde un inicio. Las actividades fueron separadas por género, pero esto no fue considerado un limitante a la hora de realizarlas. Tanto hombres como mujeres convivían en una comunidad con espacios compartidos Silverblatt (1990).

Sin embargo, esto no significa que no exista una jerarquía de lo masculino ante lo femenino. La estructura de relación estaba regida por un orden religioso, en el cual lo masculino estaba ligado a sus propias deidades masculinas, al igual que lo femenino.

Ahora bien, esta estructura difiere mucho de la concepción más occidentalizada de la jerarquía de lo masculino ante lo femenino. Tal como lo relata Segato (2019) al mencionar que el poder masculino parte desde una narrativa histórica donde el mito de la fundación se basa en el error femenino. Lo que sería suficiente para justificar el poder político de los hombres ante las mujeres, y sería el inicio del patriarcado.

Es en este momento donde podemos traer a colación las relaciones de género que se tenía en la antigua Roma, relatadas por Coma Fort (2011). Donde la figura política de poder masculino estaba representada por el pater familias, el cual tenía, incluso, respaldo legal para ejercer como figura máxima, no solo ante la mujer, sino ante todos los miembros del núcleo familiar.

A diferencia del mundo andino, en Roma las relaciones tenían una fuerte delimitación del poder del hombre ante la mujer. Donde los espacios estaban fuertemente delimitados entro lo público y privado, y las injerencias respectivas en estos dos Coma Fort (2011).

Además, es preciso señalar que factores como la religión también jugó un papel importante en esta vieja civilización. Donde la mujer seguía siendo parte del control masculino y era sometida a su voluntad. Esto hace que la desigualdad se note, aún más, en todos los aspectos de la vida social de estos grupos.

De la dualidad a lo binario

La colonización del mundo occidental en el mundo andino juega el papel más importante para su reestructuración. La concepción del género se ve intervenida por una perspectiva patriarcal totalmente diferente a la que se mantenía en lo andino. Si bien había existido un cambio en la organización comunal de los ayllus con la expiación del Imperio Incaico; las concepciones políticas, que no culturales, del patriarcado de occidente llegaron a establecerse con fuerza desde el inicio.

Esto lo podemos notar en lo que Segato (2019) propone al hablar del mundo pre y pos-colonial. El espacio comunal, donde las personas se reúnen y mantienen una politicidad propia, se cambia drásticamente por un mundo moderno colonial donde la esfera pública engloba toda la vida y la posición femenina recae en la conceptualización de lo residual y devaluado, mientras el hombre gana poder político ante lo femenino (p. 38-40).

De esta manera se va construyendo al patriarcado como desde una perspectiva histórica, donde resalta la profundidad de la desigualdad basada en el género y se muestra la calidad de orden político que ostenta (Segato, 2019).

Patriarcado pos-colonial

Una vez estructurado el mundo andino bajo la visión occidental de lo binario, las miradas desde lo patriarcal no solo se engloban a lo a género se refiere, sino que las esferas de poder Estatal se refieren. La modernidad del estado construida bajo estándares clasistas, patriarcales y racista. 

El Estado se presenta como un ente interventor en la vida de las poblaciones que sobreviven a la colonia, quitándoles su autonomía y delimitando el avance de su propia historicidad (Segato, 2015). Ahora bien, la intervención tanto del patriarcado occidental, como de la fuerza patriarcal del Estado, son expuestas de cierta manera cuando Barragán (1997) expone cómo eran llevados a cabo los trámites de un divorcio. Donde se expone, no solamente el trato dado a personas de diferente nivel económico, sino que se enmarca y muestra la configuración de los roles que se comienzan a establecer, basados en el poder político del hombre.

Donde es oportuno mencionar que, como relata Pateman (1995), el moderno Estado implantado mantiene la división de lo público y lo privado. Donde lo privado se refiere la representación de lo femenino, lo doméstico, y lo público a los ciudadanos políticamente activos, es decir lo masculino. Recordando de esta manera el poder que representaba el hombre el Roma, y haciendo notar la eminente jerarquía que está presente en la relación social de lo ciudadano con el ámbito familiar.

La organización moderna

Para hacer referencia a la manera en la que se ha configurado el Nuevo Orden Mundial, es preciso evocar las ideas de Federici (2918). Resaltan, como base del nuevo orden, las políticas neoliberales desde los años 80 del siglo pasado. Que, si bien se aplican en Latinoamérica, con fuertes resultados, también se presentan en Asia y África.

Estas políticas, de orden claramente patriarcal, se basan en hacer una nueva estructura de las relaciones de reproducción y producción; esto es lo que se conoce como la nueva división del trabajo internacional.

En este nuevo panorama, lo femenino logra introducirse en la esfera pública, hasta cierto límite, pero sigue siendo relacionada con una baja posición, en este caso, con la pobreza.

Esta nueva forma de división del trabajo trae tras de ella un orden basado en el capitalismo de extracción. Este último, con el afán de producción, llega a adentrarse tanto en el suelo para la extracción, que ha sido una de las causas de incomodidad de las comunidades indígenas, que suelen ser las que ocupan dichos suelos.

Si bien esta es una de las razones que lleva a que las mujeres, especialmente de estas comunidades, tengan que entrar al mundo laboral como alternativa ya que el sustento del suelo que era suyo ha sido ocupado, no se da de una manera adecuada.

Las relaciones laborales que se generan en este proceso se dan debido a la intervención de empresas de “Primer mundo” en países de “Tercer mundo”, tal como es el actual caso de América Latina. Y si bien mencionan las oportunidades que estas empresas traerían para el desarrollo, la verdad es que las condiciones laborales no son las mejores.

Esto lleva a que las alternativas de estas mujeres, para alimentar a sus familias, se orienten a salir a los países de “Primer mundo”, alejándose del espacio doméstico, pero bajo una, aún presente, arraigada desigualdad. Una fuerte desigualdad que afecta a estas mujeres debido a su procedencia andina; son discriminadas por su raza y por su género.

Concluyendo, se puede señalar que las dinámicas que guiaban las relaciones de género se vieron drásticamente interrumpidas con la llegada de las ideas de occidente, mediante la colonización. Si bien no es acertado decir que el mundo andino estuvo excepto de desigualdad, esta no fue tan profunda como la que se tiene registro, gracias a Coma Fort (2011).

Las desigualdades de género se fueron enraizando en las nuevas sociedades híbridas gracias a la participación de un Estado y, más tarde, a las leyes neoliberales implantadas, que tienen en sus bases una alta carga de política patriarcal, con delimitaciones para grupos vulnerables, en donde las mujeres estarían categorizadas. La estructura patriarcal, presente hasta nuestros en la mayoría del continente en la actualidad, presenta una explotación a la mujer en un nuevo campo laboral, tanto en lo productivo como en lo reproductivo. Requiriendo de ella fuerza de trabajo y capacidad de crear más personas para servir a los intereses del capital. Exigiendo y profundizando así, la desigualdad entre lo masculino y lo femenino.

Bibliografía:

Barragán, R (1997). “Miradas indiscretas a la Patria Potestad: articulación social y conflictos de género en la ciudad de La Paz, siglos XVIII-XIX”. En Más allá del silencio, compilado por Arnold, Denise, (pp. 407-454). La Paz: ILCA, CIASE.

Coma Fort, J. (2011). “Violencia y sumisión de la mujer en las fuentes jurídicas romanas”. En Raíces profundas. La violencia contra las mujeres (Antigüedad y Edad Media), compilado por Fuente, María Jesús, y Remedios Morán, (pp. 93-123). Madrid: Polifemo.

Federici, S. (2018). “Reproducción y lucha feminista en la nueva división internacional del trabajo (1999)”, y “La reproducción de la fuerza de trabajo en la economía global y la inacabada revolución feminista (2008)”. En Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, (pp. 107-125) y (pp. 153-180). Quito: Desde el Margen.

Pateman, C. (1995). “Hacer un contrato”. En El contrato sexual, (pp. 9-30). Barcelona: Anthropos.

Segato, R. (2015). “Género y colonialidad: del patriarcado comunitario de baja intensidad al patriarcado colonial moderno de alta intensidad”. En La crítica de la colonialidad en ocho ensayos. Y una antropología por demanda, (pp. 69-99) Buenos Aires: Prometeo.

Segato, R. (2019). “Ningún patriarcón hará la revolución”. En ¿Cómo se sostiene la vida en América Latina?, editado por Gabbert, Karin, y Miriam Lang, (pp. 33-49). Quito: Abya Yala, Rosa Luxemburg. Silverblatt, I. (1990). “Produciendo la existencia andina”, “El paralelismo del género en las comunidades locales”, “El paralelismo del género en el orden imperial”. En luna, sol y brujas, (pp. 1- 49). Cusco: Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas.